sábado, 4 de diciembre de 2010

¿A quien más? - Cotidianidad 2

El espantoso chillido de uno de mis hermanos me despertó a la realidad de nuestra miserable existencia: Arrancados del hogar, torturados, recluidos, y finalmente, olvidados.

Ahora, tras la barrera transparente, observaba su quehacer meticuloso: Desnudaba el cuerpo rasgando brutalmente la ropa, para después, delicadamente, deshacerse de la ropa interior. Una vez desnudos, el ensordecedor crujir de los cuerpos al triturarse bajo las mandíbulas apagaba cualquier chillido.

Finalmente llegó mi turno. Tiempo para un último pensamiento: Qué duro es ser un cacahuete.

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